lunes, 14 de enero de 2013

Superioridad moral y hate-watching

La expectativa y la actitud con las que nos acercamos a los programas como espectadores son determinantes para cómo los acabaremos percibiendo o valorando. La promoción de una producción en concreto, la idea preconcebida que tenemos de sus creadores o de la cadena donde se emite y la apariencia general del producto determinan, ya antes de verlo, en qué lado de la balanza nos encontraremos. Desde qué prisma arrancará nuestro juico de ese programa.

La superioridad moral con la que la audiencia se asoma a cierto tipo de estrenos es algo con lo que los propios creadores juegan a la hora de elaborar y desarrollar ciertas producciones. Esto ha sido el gran acierto de programas como ‘Quién quiere casarse con mi hijo’, que se preparan y producen de tal forma que esa autoconsciencia defina el tono.

En ‘Quien quiere casarse con mi hijo’ la intención es evidente y se ve reforzada por una brillante y gamberra post-producción de los episodios. En EEUU, la sensación de este verano en cuanto a realities trash se refiere, ha sido ‘Here Comes Honey Boo Boo’; dejadme que os lo presente.

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